noviembre 13, 2014

Onanismos

Todo empezó, cuando suelen comenzar estas cosas, en la adolescencia. Los fines de semana se reunía con los amigos para hacer botellón y alguien tenía que entrar a la tienda a comprar la bebida. Lo haría quien sacara la pajita más corta, sugirió uno. Los demás se le quedaron mirando consternados. No había entendido el juego. Más adelante, aquello empezó a afectar su carrera académica; cuando el profesor pedía que alguien levantara la mano para dar la respuesta, él nunca lo hacía aunque supiera la contestación a la pregunta. Tampoco pudo ayudarse nunca en los exámenes escribiéndose nada en las manos, puesto que todo se le emborronaba. Ya en casa, tras una rápida inspección de su zona más íntima, descubría, impreso al revés, lo que parecía el peso molecular del cloruro de sodio. Finalmente, decidió comentarle su problema a un amigo. Éste le recomendó que visitara un profesional, a lo que él respondió: ¿Y quién va a hacérmelas mejor que yo? No, puntualizó el amigo, digo para dejarlo. Visitó entonces la consulta de un prestigioso psiquiatra, quien para hacerse una idea de la magnitud de su problema le preguntó: ¿cuántas veces se masturba al día? Depende del día. El doctor insistió: Concretemos más. por ejemplo, ¿cuántas veces lo ha hecho hoy? Él respondió con otra pregunta: ¿Contando ésta? Comprobada la gravedad del asunto, el psiquiatra le aconsejó que acudiera a un grupo de onanistas anónimos, donde podría compartir experiencias con gente que sufría de su misma patología. Lo primero que llamaba la atención de aquel lugar eran unos grandes carteles colgados en las paredes, donde se leían citas bíblicas que debían servir de ayuda: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha (Mateo 6:3)”. Nada más entrar, se dio cuenta de que allí había muchos más baños de lo que era normal en cualquier local, ya que la gente los visitaba con la misma frecuencia que un grupo de pacientes de cistitis. Él mismo, apenas tardó diez minutos en hacer uso de ellos. En una primera impresión juzgó que aquel se trataba de un grupo bastante anárquico. Llevaban años funcionando, pero todavía no habían sido capaces de nombrar un presidente. Se intentó elegir varias veces uno a mano alzada, pero no hubo ningún voto. Después, a alguien se le ocurrió la brillante idea de escogerlo con la pajita más corta y lo único que se consiguió fue una recaída en masa. Al menos, esta vez nadie le miraría con sorpresa. También llamaba la atención la frialdad con la que se trataba la gente, que se saludaba con un gesto de la cabeza sin darse la mano. Poco tardó en descubrir que aquello no era por frialdad, sino por higiene. El caso más grave que conoció en aquellas reuniones fue el de unos gemelos con personalidad múltiple, que acudían a las reuniones por sextuplicado. Con el tiempo dejó de asistir. Los grupos no eran lo suyo. Quizá su problema no tendría solución, y después de todo, ¿no es la masturbación el mayor acto de libertad del individuo?

Por Jose Torres

No hay comentarios: